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Un planeta cada vez menos verde.


20 de Octubre del 2020

J.G . Sánchez


 

El cambio verde no solo debe consistir en ayudar a no dañar el ecosistema, si no en igual ayudar a reverdecerlo.



México fue mencionado en la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales (FRA), como uno de los lideres mundiales en deforestación, siendo el país que perdió 127 mil 770 hectáreas de bosque, sobresaliendo por el promedio mundial de deforestación de 91 mil 600 hectáreas anuales. México todavía se encuentra lejos de cumplir la meta de cero deforestación para el año 2030, conforme al compromiso asumido hace seis años en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima.


El país cuenta con aproximadamente 64 millones de hectáreas de bosques de clima templado y selvas que abarcan el 32% del territorio nacional. Tales recursos son de gran importancia para el país desde el punto de vista social, económico y ambiental. Alrededor del 80% de los bosques y selvas del país se encuentran bajo régimen de propiedad social, constituidos en alrededor de 8,500 zonas agrarias. Las poblaciones que constituyen estos complejos agrarios están vinculadas directamente con los recursos forestales. 


La degradación de las áreas forestales es frecuentemente determinada por el uso no sustentable de los recursos forestales. En varias zonas, principalmente de clima templado la extracción de productos es muy superior a la capacidad del bosque de regenerarlos. Tal sobreexplotación usualmente da por resultado la degradación del recurso, una de las primeras y más críticas etapas dentro del proceso de


Es común que se continúen fomentando actividades agrícolas y ganaderas extensivas a través de la utilización de insumos básicos como la tierra y que no están enfocadas a mejorar la productividad laboral o el uso de tecnologías modernas. Así, áreas forestales con suelos fértiles, de fácil acceso o con un mercado cercano, frecuentemente son convertidas a un uso agrícola o pecuario, propiciando el cambio en el ambiente y así mismo, su posterior deterioro.


Las tendencias de la actividad forestal en México muestran un futuro incierto tanto para el aparato dependiente de esta actividad como para la sustentabilidad de los bosques del país. De aquí que el rumbo de la futura dinámica de esta actividad dependerá en gran medida de los objetivos y acciones que se definan tanto para los recursos forestales como para la misma actividad forestal en el contexto de la actividad económica nacional.


La deforestación conlleva una multitud de otros impactos ambientales malignos. La pérdida de árboles, que retienen el suelo con sus raíces, provoca que, después de lluvias fuertes, el agua arrastre los suelos hacia los ríos, provocando deslaves e inundaciones. Se incrementa la carga de sedimento de los ríos ahogando a los huevos de los peces, lo que provoca una disminución en las tasas de eclosión. Cuando las partículas suspendidas llegan al océano, enturbian el agua, con afectación en los arrecifes coralinos y en la pesquería de la costa. 


La tala de árboles tiene un impacto adverso en la fijación de

dióxido de carbono (CO2). Las regiones deforestadas tienden a una erosión del suelo y frecuentemente se degradan a tierras no productivas. Especialistas también coinciden en que la deforestación amplifica los daños causados por el paso de fenómenos meteorológicos tales como huracanes.


México es un país con un importante acervo de recursos forestales. Sin embargo, a pesar de su extensión y diversidad, gran parte de este acervo tiene un bajo rendimiento maderable. Aunado a ello, la proporción de la superficie forestal bajo aprovechamiento es baja y existen problemas adicionales de manejo forestal, sistemas de aprovechamiento e industrialización, organización para la producción y tipo de propiedad, así como restricciones institucionales que hacen que la actividad forestal sea poco eficiente.

El uso de prácticas mejoradas de manejo pueden ser una opción viable para la actividad forestal en México, si esta inversión esta acompañada de estrategias de organización productiva, administración y generación de capital social en los núcleos agrarios forestales, que son los que poseen la mayor proporción de acervos forestales, sin embargo requiere de toda una estrategia de planeación y organización que permita que se integren áreas forestales compactas donde se puedan generar economías de escala y esquemas de organización y financiamiento para la producción forestal y a su conservación. 


Las políticas y programas que se han implementado hasta la fecha para responder a la situación del manejo de los recursos forestales han sido insuficientes. Y limitadas, aún así se pueden consolidar un grupo de alternativas productivas que puedan ayudar a mitigar la deforestación y degradación forestal. 


En las cifras y en las imágenes es donde el cambio y ausencia de vegetación es más notable, aún es reversible todo el daño, aún se puede optar por contribuir a la conservación del planeta.




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